26 de noviembre de 2008

Don Tele






Ayer, mi padre decidió emprender la última de las excursiones en su carrera de montañista. Será una aventura larga y en la que tendrá el éxito asegurado, hará cumbre, no lo dudo. Realizará ese esfuerzo adicional que siempre se necesita ante lo imponente de la montaña, pero contará con la energía y apoyo de todas las personas que lo queremos.

Antes de partir, decidió cambiar el piolet y los mosquetones por la dignidad y la honestidad cultivadas durante 75 años, sólo pidió sus botas para que le acompañaran.

Al momento de la despedida comprendí lo que para él significaba una vida dedicada a la entrega, el servicio y el esfuerzo, un camino honesto y congruente, consigo mismo y con sus semejantes, su familia y amistades.

Sus tres pasiones le acompañaran siempre: su familia, el montañismo y la fotografía. Ahora también comprendo que en sí mismas son el legado más simbólico y edificante que ha dejado en este pedacito de universo.

Mi madre, su compañera, esposa y confidente, por más de 40 años, recibe ahora todas las bendiciones y gestos de agradecimiento de quienes compartieron las veredas, el camino de la vida con mi padre. No hay persona que pueda reprochar ni sentirse ofendida por las acciones de mi padre, nadie. Por eso, ahora mi madre cuenta con todo ese amor y bondad para continuar en el camino, continuando la obra de ambos: una familia amorosa, fuerte y unida.

Mis hermanos y hermanas, sus parejas, mis sobrinas y sobrinos tienen y heredan sobre todo el ejemplo de rectitud y honestidad de él. Cuando recuerdo que de pequeños nos llevaba a caminar a la sierra, reflexiono en lo pedagógico que eran esas salidas: no hay trampas ni fraudes que te ayuden para conquistar una montaña, tan sólo tu propia fortaleza, esfuerzo, preparación y voluntad. Así lo sentía y así vivió.

Enfrentarse al reto de subir un pico, un volcán o cualquier cumbre representa una visión de la vida muy enriquecedora: dominar los propios temores, preparar y cultivar habilidades y capacidades, imprimir un ritmo personal y sobre todo, responder a las motivaciones internas que nos impulsan y apasionan, ser fiel a ti mismo y a los tuyos.

El gusto que tenía por la fotografía es otro rasgo de personalidad de mi padre y una muestra de sus enseñanzas. En una época en que guardar imágenes y momentos a través de la fotografía no era tan común, él supo elegir los instantes oportunos, las situaciones memorables, cotidianas y especiales a lo largo de los años.

Cultivó la prudencia para capturar y registrar algunos momentos dolorosos en la familia y su entorno, aunque también compartió y disfrutó las alegrías y satisfacciones: las bodas, los aniversarios, las reuniones familiares, graduaciones, presentaciones, primeros pasos, las excursiones, los viajes, etc.

Con magia, aprovechaba esos cuadros en los rollos fotográficos que quedan al final de un evento, las tres o cuatro tomas que faltan para terminar el rollo, supo enfocar imágenes de cotidianidad que al paso del tiempo se vuelven importantes para la memoria familiar, las huellas de otros años, la impresión de la evolución y crecimiento personal de los que le queremos. Es su forma de enseñarnos a valorar la vida y todas sus aristas; lo bueno, lo malo, lo cotidiano.

Hoy lo imaginamos en el camino, andando por las veredas de las montañas, con su cámara en la mochila, deseando lo mejor para su familia, transmitiendo la bondad y el amor inacabable que siempre tuvo.



Quizás estará armando un campamento con sus ex compañeros de excursión, quizás invitando a otros amigos del trabajo que también se han adelantado, también estará reencontrándose con sus hermanos y su madre.

De lo que estamos seguros es que ha emprendido el camino en paz y con mucha tranquilidad, como cada vez que salía a la montaña, consciente que sus hijos y su esposa lo llevan en el corazón.

Partió con la confianza de haber tenido una vida completa y sana, sabiendo equilibrar su proyecto de vida: su vocación a su esposa y su familia, al trabajo, al esfuerzo, sus gustos y pasiones personales, la espiritualidad y la comunión con la naturaleza y la montaña, además de su sentido e inteligencia para compartir especiales momentos a través de las imágenes

En el último de sus retos, supo dejarnos más de un par de lecciones de vida, la enfermedad que lo aquejó durante ocho años no hizo más que refrendar cada una de sus convicciones y acelerar en sus familiares el proceso de aprendizaje.

Creo firmemente que él supo encontrar la mejor vereda para enfrentar ese camino, dominó las inconveniencias de la enfermedad y eligió el momento oportuno para andar por otras sierras. Es el consuelo que en su familia nos queda. En su momento nos reencontraremos con él, entonces, nos mostrará los caminos que haya recorrido y las imágenes que haya capturado con su cámara. Un abrazo Don Tele, aquí en el corazón donde estás y allá en la cumbre de tu montaña, desde donde nos guías.